La atractividad y la palatabilidad del alimento
La reducción de los costes de los alimentos suele empezar por las materias primas, ya que la harina y el aceite de pescado son los más caros y los más difíciles de sustituir. Se sustituyen con frecuencia por ingredientes de origen vegetal (soja, maíz, canola), subproductos animales (proteínas animales procesadas – PAP, harina de ave o de sangre), otros ingredientes marinos (harina de krill, harina de calamar, hidrolizados de pescado de aleta o marisco) o, más recientemente, proteínas alternativas (harina de insectos, proteína unicelular de levaduras o microalgas).
Los conocimientos y la tecnología actuales en materia de formulación, así como el estado actual de las necesidades nutricionales del camarón, son bastante avanzados y permiten formular alimentos de bajo coste que, en teoría, son isonutrientes respecto a las fórmulas estándar. Sin embargo, se suele descuidar un aspecto clave del alimento: la atractividad y la palatabilidad. En efecto: ¿de qué sirve producir un buen alimento, nutricionalmente hablando, si no se come?